Dicen que Málaga es la ciudad del paraíso y no me extraña, porque Málaga, capital de la Costa del Sol, reune unas características naturales que la hacen bella y única, ni mejor ni peor, pero si única, bella y luminosa. La luz que tiene, ese mar que a veces parece de plata, los montes que la rodean que le da ese clima excepcional y, por supuesto, esos amaneceres sobre el Mediterráneo... Pero que sea Jorge Guillén quien nos lo cuente a su manera.
La luz –entre cielo y mar–
Se filtra por la persiana.
Quiere sólo murmurar
Este cotidiano hosanna.
El balcón es ya un resumen
Del horizonte marino,
Ancho y largo, sin volumen.
El centelleo no abrasa,
Platea. Yo lo percibo
Como un ondear, cautivo
En una pared de casa.
Mar azul, ahí delante,
Contemplo entre los barrotes
Del balcón. Matisse constante.